Ajo

(Allium sativum L.)

El ajo es una de las hortalizas importantes que se utiliza ampliamente en todo el mundo como especia y agente saborizante. Tradicionalmente el ajo y sus componentes se han empleado por su variedad de propiedades biológicas; algunos ejemplos son la indigestión, mordeduras de serpiente, infecciones respiratorias y del tracto urinario, así como desórdenes cardiacos.

La alicina (tiosulfinato de alilo) es uno de los componentes presentes en el ajo, y su efecto farmacológico se atribuye a su actividad antioxidante. Una ingesta frecuente de ajo reduce el estrés oxidativo ya sea aumentando la síntesis de antioxidantes endógenos o reduciendo la producción de oxidantes. También se ha reportado la efectividad de la alicina contra un gran espectro de microorganismos, incluyendo los resistentes a antibióticos, tal como bacterias, hongos y protozoarios, así también, el tratamiento con ajo previene la formación de toxinas por infección.

La actividad antiviral de los extractos de ajo ha sido clínicamente evaluada contra influenza B, rinovirus humano tipo 2, citomegalovirus humano, parainfluenza tipo 3, herpes simple tipo 1 y 2, vaccinia y virus de estomatitis vesicular. Los compuestos principales con actividad antiviral es la alicina, ajoeno, alil metil tiosulfinato y metil alil tiosulfinato.

Científicamente se han comprobado sus propiedades antidiabéticas, renoprotectoras, antiaterosclerótica, antihipertensivas y antiinflamatorias.

La dosis recomendada de ingesta de ajo para los adultos es de 4 gramos de ajo crudo o hasta tres tabletas de ajo en polvo en un día. La FDA señala que una sobredosis de esta hortaliza puede causar efectos secundarios tales como insomnio, vómitos, ardor de estómago, mareos, diarrea, taquicardia, náuseas, hinchazón, enrojecimiento, dolor de cabeza, ortostatismo leve, hipotensión, sudoración, olor corporal desagradable y flatulencia.